Cogemos un taxi para ir a
la Ciudad Prohibida pero el taxista no parece entender que queremos hacer la visita al revés de lo normal (es decir, de norte a sur en lugar de sur a norte) porque queremos subir a las colinas de un
parque con vistas a la ciudad y además evitar las colas de la entrada de Tian'anmen. Aunque le señalamos claramente en el mapa donde queremos ir y yo me esfuerzo en mi mejor chino, el taxista nos lleva mal y, cuando se lo decimos, nos echa una bronca de aúpa.
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La ciudad prohibida es inmensa y nos gustó mucho pero llega un momento en que satura y todo parece igual. Y
cuánta gente.
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Y cuando yo pensaba que no podía haber más chinos en ningún otro lugar de Pekín, fuimos a la
ciudad olímpica y comprobamos que
no era cierto...